En medio de un mundo cambiante y desafiante, educar en valores es el mayor acto de fe y esperanza que podemos ofrecer a nuestros hijos. No se trata solo de formar buenos estudiantes, sino personas íntegras, capaces de construir comunidades más humanas, justas y fraternas.
Desde nuestra experiencia como autoridades educativas en una institución católica, afirmamos con convicción que sí es posible educar éticamente en este tiempo. Pero no lo lograremos solos: necesitamos a las familias, a los docentes, a cada miembro de la comunidad.
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