Cuando pensamos en la palabra “disciplina”, muchos imaginan castigos, regaños o normas estrictas. Sin embargo, desde nuestra mirada educativa y pastoral, la disciplina auténtica va mucho más allá: es una forma de acompañar el crecimiento ético del estudiante. Formar en disciplina es formar en libertad responsable.
En la inspección escolar católica, entendemos que cada corrección es también una oportunidad para educar el corazón. Cuando un niño incumple una norma, lo más importante no es aplicar una sanción, sino guiarlo a comprender el valor detrás de esa norma. ¿Por qué es importante llegar puntual? ¿Qué significa respetar la palabra de un compañero? Estas preguntas abren la puerta al diálogo y a la transformación personal.
Además, cuando la disciplina se vincula a valores evangélicos como la paciencia, la misericordia y el perdón, se convierte en una herramienta poderosa para el cambio. No educamos para castigar, educamos para formar. Cada intervención desde la inspección puede sembrar humildemente una semilla de ética que dé frutos en la vida adulta.

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