Como institución católica, nuestra inspiración educativa nace del Evangelio. En él encontramos una fuente inagotable de valores que trascienden las modas y se anclan en la dignidad humana: el amor, la justicia, la humildad, la esperanza, el servicio. Estos valores no son solo “enseñanzas religiosas”, son una guía concreta para vivir con sentido.
Formar niños éticos desde la fe implica mostrarles que cada acción tiene un impacto en los demás y en sí mismos. Jesús no solo habló de amar al prójimo, lo vivió con radicalidad. Cuando los niños conocen su historia, sus actitudes, sus parábolas, se sienten motivados a imitarlo. Enseñar la ética desde el cristianismo no es imponer, es inspirar.
En nuestras actividades pastorales, encuentros con Cristo y proyectos de solidaridad, los estudiantes viven la fe de manera activa. Aprenden que ser ético no es simplemente “portarse bien”, sino vivir con coherencia, compasión y justicia, aun cuando nadie los mire. Esa es la ética que transforma.

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