El corazón es el primer espacio donde se siembra la ética. Un niño que se siente amado, valorado y acompañado emocionalmente tiene más herramientas para actuar con empatía, respetar límites y tomar decisiones con conciencia. Por eso, el acompañamiento psicológico y parental es esencial para formar en valores sólidos.
Desde la consejería estudiantil, observamos que muchos comportamientos inadecuados tienen raíces emocionales no resueltas: ansiedad, baja autoestima, frustración o falta de atención afectiva en casa. Cuando ayudamos a los estudiantes y a sus familias a reconocer y trabajar estas emociones, abrimos el camino para decisiones más éticas y relaciones más sanas.
A través de talleres de inteligencia emocional, espacios de escucha activa y orientación a padres, cultivamos habilidades fundamentales como la empatía, la autorregulación y el sentido de responsabilidad. Además, fortalecemos el rol del padre y la madre como primeros educadores en valores, mostrándoles que su ejemplo cotidiano vale más que mil palabras.

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